Hace tiempo leí un libro de Espido Freire titulado Hijos del fin del Mundo y este año estuvimos allí, justo donde acaba la tierra y empieza el fin del mundo... o eso parece.
Fisterra es tierra verde, montañosa, azotada por el viento y bendecida por un paisaje impresionante, mires donde mires y por un faro, el faro del fin del mundo.... donde el fuego convierte en humo cientos de horas de camino, sudor, polvo y sufrimiento representados en una prenda (debieran ser la botas que los peregrinos han utilizado).
Quedan intactos los recuerdos, las experiencias y las ganas de volver. Porque seguro que volvemos, incluso, tal vez, como peregrinas.... ¡Menuda experiencia!