La vida es efímera, es tan corta y no nos damos cuenta de que, como la fina arena de la playa, se nos está escapando, irremediablemente, de las manos. En ellas está hacer que ese contínuo vaciado no sea en balde.
Tía, no te voy a volver a ver. Tú sabes que en unos días acabará todo y, como coqueta que has sido toda la vida, no quieres que los que no sean tus hijos o tu marido te vean despedirte, que vean que tu cuerpo y tu alma no son ni la sombra de lo que fueron. Eso puede hacernos daño, pero lo mejor que podemos hacer es respetar aquello que deseas. Ahora pienso en las veces que te oía y pensaba: "¡pero si es que no se cansa!"... no, efectivamente, no te cansabas de hablar y de hablar, contabas las cosas una, dos o tres veces, daba igual, el tema era hablar. Tampoco te cansabas de la vida y siempre se podía contar contigo, como cuando entre tú, mamá y otras tres tías más os organizásteis para cuidar de la abuela, vuestra suegra, hasta sus últimos días. Y ahora, te has cansado, has luchado como sólo tú sabías hacerlo, que no parabas de tus quehaceres porque no sabías estar sin hacer nada, a pesar de los dolores... hasta que la morfina te ha llevado a quedarte quieta. Sólo ella lo ha conseguido.
Tú misma le has dicho a la prima que te ibas a marchar. Nada, nadie puede engañarte. Sabes cuándo van a suceder las cosas y hasta en estos momentos quieres decir la última palabra.
Adiós tía, te quiero.
Texto: Belisker
Foto: Mayte
1 comentario:
La muerte nos llega a todos, tarde o temprano; que es algo inevitable. A pesar de ello, es difícil adaptarnos a esa idea. Por eso, según algunos ideales, fe, como quieras llamarle, nos llevan a pensar que existe una vida tras la muerte, que hay un más allá que nos aguarda, y que por ende, no se trata del fin del camino, sino de una nueva etapa. Incluso para quienes no creen en ello, la muerte se convierte en algo simbólico, en la meta final donde descargamos todo el trabajo hecho, y en donde es posible sonreír si nuestros objetivos han sido medianamente cumplidos. Lo que nadie puede prever, por mucho que personas que conoces te cuenten como es, es el dolor que una muerte puede acarrear, al dolor que deja la partida. ¿Sabes? no voy a decirte que olvidarás, porque es mentira. Sí es cierto que, con el tiempo, el dolor se hace "soportable", supongo que más que nada porque no queda más remedio. No puedo darte palabras que calmen tu dolor, no existen, no las hay. Créeme, sé de lo que hablo. Sólo puedo contarte a lo que yo me aferro, contarte en que me refugio, explicarte que me ayuda a disminuir algo el dolor. No pienses en la ausencia de su alma, de su persona, de su voz. Piensa en lo que ella es (siempre lo será, la esencia no desaparece con la muerte, ya veras, queda en tí como una semilla) en todo lo que aprendiste con ella, lo que compartisteis, que batalló cada día por sus ideas, fueren cuales fueren, que amó y la amaron. Eso, que duda cabe, es suficiente motivo para sonreír hoy, el saber que os quiere, que os querrá. Que la queréis, que la querréis siempre. El amor no desaparece con este tipo de ausencia. Sigue ahí, y ¿sabes? hay una cosa que no vas a perder nunca, el poder de hablarle. Y eso, te aseguro, ayuda mucho.
Nada más puedo decirte. Sólo que estoy contigo, y que te quiero. Y que aunque suene "raro" la quiero a ella, por lo que ha sido para ti
Publicar un comentario